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Covadonga: culto a la cocina asturiana, “la ficha de dominó” y la buena bebida

Foto: Comunidad MB

En el Covadonga, aunque la liturgia se ha modificado con el tiempo, los fieles feligreses siguen visitando este templo para rendir culto a la buena comida asturiana… y a las tortas de milanesa y a los tacos de chamorro.

Por: Myrna I. Martínez 

Desde la entrada se puede escuchar el golpeteo seco de las fichas de dominó sobre las mesas de madera ya desgastadas en el centro por tantas “sopas” realizadas en la superficie. Este golpeteo va marcando el ritmo del lugar y de las conversaciones, mientras los comensales toman algún destilado y pican croquetas de jamón serrano o unos pulpos a la gallega.

Cantina Covadonga
Foto: Liliana Ortiz

La historia de este espacio, originalmente llamado “El Escudo”, se remonta a la década de los 50. En la esquina de Orizaba y Puebla, junto al Covadonga, se ubica una hermosa casona de mediados de la década de los años 20 que fue remodelada para ser sede del Centro Asturiano de México, un lugar de reunión de españoles exiliados por la Guerra Civil. Ahí se instaló una cantina con una larga barra de madera en 1958.

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En el edificio aledaño (Puebla 121), que también formaba parte del Centro Asturiano, había mesas de billar en la planta baja y en el sótano mesas de boliche. El primer piso estaba destinado, como ahora, al restaurante, y el último piso para banquetes muy elegantes.

“El Escudo” se convirtió en un espacio de convivencia, para tomar alguna bebida o degustar platillos clásicos de la gastronomía ibérica. Poco después llegaron los jugadores de dominó y el nivel de las partidas era tan alto, que se realizaron torneos profesionales.

Uno de los grandes cambios llegó en 1985, cuando el Centro Asturiano se mudó a su actual sede en Polanco. Un año después, la casa de Puebla y Orizaba fue otorgada en concesión a la UNAM para ser la Casa Universitaria del Libro (CASUL), donde actualmente se realizan actividades culturales y presentaciones de libros; y el edificio de Puebla 121 se dio en concesión a la familia Martínez, que laboraba en la cocina.

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La gran barra de madera ubicada en la casona, según nos platica Arabella López, promotora cultural y una de las actuales concesionarias del Cova, se trasladó a su ubicación actual: al fondo del espacio, donde gobierna con decenas de botellas; las mesas de billar y carambola desparecieron para convertir la planta baja en un cantina, como la conocemos ahora. Aunque la nueva administración mantuvo el giro del lugar, terminó por quebrar.

Barra del covadonga
Foto: Liliana Ortiz

Así fue que en octubre de 1996, la concesión fue dada a dos familias integradas por Arabella López y Juan Álvarez; y Luis y Ángeles Nicieza. Con esta administración, el Covadonga resurgió y se empezaron a realizar actividades artísticas y culturales en el salón, lo cual diversificó a la clientela y, desde hace un par de décadas, la cantina ha sido centro de reunión de artistas, escritores, periodistas, performanceros, universitarios, quienes le hacen competencia al golpeteo de las fichas – cada vez a menos jugadores – con el fuerte sonido de las charlas amenas.

Pero en este ir y venir de comensales, lo que ha sido una constante desde hace más de 60 años es la buena comida asturiana y de otras regiones de España. En su carta encuentras la tradicional tortilla española, croquetas de jamón serrano, chistorra, paella valenciana, pulpos a la gallega y otras especialidades ibéricas. Eso sin que falten algunos antojos como las tortas de milanesa o jamón serrano y los tacos de cecina con chorizo o de chamorro, que brindan el toque mexicano.

Como tip, los domingos ofrecen un menú español de cinco tiempos ($330), en el que puedes encontrar callos a la madrileña, consomé de ave al jerez o la tradicional fabada asturiana.

Aunque no se sabe ni cuándo ni cómo la gente empezó a llamarle Covadonga, nombre de la virgen de Asturias, ya desde hace varios años su nombre reza en la fachada, y su devoción se ha transmitido de generación en generación.

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