Mochomos celebra su octavo aniversario en CDMX
Mochomos, el restaurante de cocina sonorense de Grupo Costeño, celebró su octavo aniversario con una serie de cenas con invitados especiales.
El amaranto o Amaranthus caudatus, perteneciente a la familia de las amarantáceas, es una planta comestible cuya semilla le ha valido fama mundial por sus múltiples propiedades y los beneficios que otorga al organismo humano. Se sabe que “la planta que no se marchita” -por su etimología griega- tiene su origen en América Central y del Sur; quizá fueron los mayas los primeros en considerar al xtes como alimento.
Otras importantes civilizaciones también la adoptaron como parte fundamental de su dieta e incluso su apreciación fue más allá del aporte nutrimental. Mientras que para los incas el kiwicha tenía poderes curativos, los aztecas incluían al huauhtli como parte de sus ritos religiosos; hecho que provocó, durante la conquista, la casi total extinción de cultivos de amaranto que habían llegado a ser tan importantes y vastos como los del maíz y frijol.
No obstante, se ha venido recuperando el cultivo y la producción de este pseudo-cereal que era distinguido como sagrado gracias a su resistencia, grado de conservación, así como por la energía proporcionada al cuerpo. De esta forma, el amaranto cuenta nuevamente con un lugar privilegiado por considerarse un alimento de alto valor nutricional -derivado de los minerales, vitaminas y proteínas que lo componen con estándares por encima de algunos vegetales, cereales y lácteos- por su contenido de ácidos grasos no saturados incluido el ácido oleico, además de ser libre de gluten y de fácil digestión. Sin duda, ello ha valido para que la NASA lo incluya en la dieta de los astronautas y lo ha posicionado como ingrediente favorito de platillos veganos.
Los aportes de esta pequeñísima semilla en nuestra dieta pueden significar el 25% de proteínas necesarias diarias, así como el balance ideal entre proteínas, grasas, fibras y carbohidratos que requiere nuestro organismo, aun consumiéndolo en pocas cantidades.
Lo mejor es que puede prepararse de diferentes maneras e incluirlo en un sinnúmero de recetas, ya que combina y se adapta a prácticamente todo. Por la mañana en un smoothie, yogur o cereal; como snack en el tiempo intermedio; a medio día como ingrediente en una ensalada, sopa, alguna salsa, acompañado con carne o como la parte medular de una hamburguesa vegetariana; y antes de dormir qué tal un atole o panqué de amaranto.
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