Mochomos celebra su octavo aniversario en CDMX
Mochomos, el restaurante de cocina sonorense de Grupo Costeño, celebró su octavo aniversario con una serie de cenas con invitados especiales.
La cocina poblana representa un gran ejemplo del mestizaje entre la herencia culinaria indígena y española, enriquecida gracias a la creatividad de cocineras anónimas en los fogones virreinales. Los chiles en nogada, el huaxmole, manchamanteles, mole poblano y pipián verde son muestra de su extraordinaria complejidad al fusionar ingredientes dulces, salados, especiados y picantes.
Aunque usualmente se afirma que las bebidas locales son las adecuadas para acompañar los platillos de determinado país o región, esto no es una regla estricta. Además del gusto personal, la materia prima, sabores y texturas son factores a tomar en cuenta. Por eso, te damos algunas sugerencias para acompañar cada uno de estos cinco clásicos poblanos. Sin duda será toda una experiencia explorar nuevas combinaciones que potencien y realcen sus características.
Cerveza artesanal, tequila o mezcal no son malos acompañantes de este emblemático y legendario plato. Sin embargo, si quieres resaltar la compleja combinación de ingredientes y sabores haz la prueba con un vino espumoso semiseco, un rosado seco frutal (Grenache) o un tinto ligero de carácter afrutado.
La manera tradicional de acompañar al también conocido Mole de caderas (típico de Tehuacán sobre todo en octubre y noviembre) es con cerveza clara o ámbar, mezcal o tequila reposado o añejo. Por su astringencia y taninos, los vinos tintos con crianza monovarietales o ensambles (Cabernet Sauvignon o Tempranillo, por ejemplo) equilibran el sabor de los condimentos y la carne.
Aunque distintas entidades se disputan su origen, este mole dulce, frutal y ligeramente especiado va muy bien con mezcal reposado o añejo. En cuanto a los vinos, los espumosos o rosados secos y blancos Chardonnay dan un toque de acidez y frescura sin restar protagonismo a los sabores y textura; los tintos de cuerpo medio afrutados (Merlot, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon e incluso Syrah), diluyen el dulzor pero potencian el sabor de la fruta.
Una combinación que no falla es la cerveza clara o ámbar alternando con tequila o mezcal reposado, pues la frescura y amargura de una y la potencia del otro, contrastan con el sabor picante del mole. Tratándose de vinos, los blancos secos con buena acidez o los espumosos, tipo brut, aportan un carácter chispeante y fresco; si prefieres los tintos, opta por aquellos con crianza en madera (Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Pinot Noir o Merlot).
Un buen tequila o mezcal reposado siempre será una elección acertada; pero tampoco es mala idea pensar en vinos blancos secos, frescos y afrutados (como Chenin Blanc o Albariño) e inclusive arriesgar probando con un generoso seco, tipo Amontillado, o tintos Syrah.
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