Mochomos celebra su octavo aniversario en CDMX
Mochomos, el restaurante de cocina sonorense de Grupo Costeño, celebró su octavo aniversario con una serie de cenas con invitados especiales.
Me quedé viuda a los cuarenta años con cinco hijos. Tenía un restaurante de carnitas y jamás me imaginé que fuera ese local, El Bajío, el que hoy festejáramos por 50 años tan bien cumplidos.
A Carmen ‘Titita’ Ramírez la mueve su familia, sus antojos y también sus ganas. Con las recetas de su madre -por la que que trae sazón veracruzana en las venas- construyo, desde que ella tomó las riendas, un lugar donde la comida reconforta tanto como la que se prepara en casa.
Este año cumplen 50 años desde que inició ese expendio de carnitas en Azcapotzalco y se expandió a tener 18 sucursales más.
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¿Quién puede decir que no a los tamales rancheros, al mole de olla o a las empanadas de plátano macho del Bajío?
La familia Ramírez Degollado es parte de un cúmulo de historias que se gestaron en el norte de la Ciudad y que hoy ponen en alto la gastronomía tradicional mexicana. Nicos, La Casa de Toño y El Bajío nacieron en la misma zona y con la misma intención.
A partir de que enviudó, Titita amplió el menú de las carnitas y optó por recurrir a los platillos que no fallaban: el recetario de su madre y su nana Amparo, quienes, lejos de la tradición michoacana, más bien ponían en el radar ingredientes como el acuyo, el plátano macho y los frijolitos negros veracruzanos.
Uno de mis platillos favoritos es el mole verde, que se prepara en mi natal, Xalapa. Solo se hace con hierbas, suele acompañarse con pollo o cerdo. También me gusta mucho la sopa de fideos porque sabe a mi casa y el Bajío es mi casa.
Carmen ‘Titita’ Ramírez
El menú ha crecido en estos 50 años, y más desde 2006, cuando se abrió la oportunidad de abrir sucursales en todo lo largo y ancho de la CDMX. Sus hijos fueron los responsables de animarla a dar el salto y hoy son 18 unidades donde la decoración con artesanía mexicana es tan solo el abrir de boca de una cocina honesta, sentida y sin mayores complicaciones.
De todas las especialidades sobresalen las enchiladas como la más vendida; cuenta Raúl Ramírez, hijo de Titita y operador del negocio. Pero no se quedan atrás los moles, las tortitas de huauzontles y algunos platillos específicos de cada sucursal.
Las más populares se publicaron en un libro que celebra los 50 años del Restaurante El Bajío y que rinde un homenaje a la familia Ramírez, a los equipos de trabajo y a esas ganas de ser un clásico de la Ciudad de México.
No queremos estar de moda porque no queremos pasar de moda. Nos gusta ser una constante.
Raúl Ramírez, hijo de Titita.
Una parte importantísima del proyecto son las mayoras, mujeres guardianas de la buena sazón, figuras de sabiduría en los restaurantes mexicanos. En cada sucursal hay por lo menos dos que verifican que todo esté tan rico como cuando se preparaba por la mismísima Titita.
El Restaurante El Bajío ha permanecido como un negocio familiar durante toda su trayectoria y hoy son tres de los hijos de los fundadores quienes participan en la dinámica junto a su madre.
El sueño y la sazón de los Ramírez Degollado hoy mantiene cerca de mil doscientos cincuenta familias que colaboran en los 19 restaurantes. Asimismo, llena los corazones -y los estómagos- de más de doscientos mil invitados al mes y apapacha, con sus sabores, a cada uno de ellos.
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