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Mitos y realidades del café

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La discusión sobre los efectos del café en la salud humana no es una polémica exclusiva de nuestros días. Ya desde el siglo XI, el célebre médico árabe Avicena en su Canon de medicina –uno de los libros más avanzados de su tiempo y la mayor fuente de consulta utilizada en todo el mundo durante siglos- se refería al café así: …a manera de infusión, fortifica los miembros, limpia el cutis, seca los humores malignos y da un olor excelente a todo el cuerpo.

A pesar de que estas cualidades eran ampliamente reconocidas en el mundo árabe, durante el siglo XVI, en La Meca y el Cairo se decretó la prohibición de beber café por considerarlo dañino y contrario a los principios del Corán; la drástica medida provocó tal rebelión que el decreto fue derogado para evitar mayores repercusiones.

Años más tarde, en Europa un incidente similar estuvo a punto de suscitarse cuando al Papa Clemente VIII se le aconsejó prohibirlo pues era un veneno que representaba una amenaza de los infieles.

Los mitos de nuestra época

En la actualidad se han atribuido al consumo del café toda clase de consecuencias nocivas: hiperactividad, cáncer, complicaciones en riñones y un nivel de adicción similar al que provocan otras drogas. Todo ello se sustenta en el hecho de que la cafeína contenida en el café es un alcaloide que actúa como sustancia psicoactiva y por lo tanto tóxica para el cuerpo humano.

Sin embargo, durante las últimas décadas no solo se ha descubierto que la cafeína forma parte de los componentes químicos de muchas plantas, sino que además se han realizado diversas investigaciones sobre los posibles efectos positivos de beber café.

Desde 1990, The Institute for Scientific Information on Coffee se ha dedicado a promover el desarrollo y divulgación de estudios científicos relacionados con el café y la salud.

De acuerdo con los datos de esta organización sin fines de lucro, el consumo moderado de café (3 a 5 tazas al día) eleva los niveles de alerta mental y desempeño físico, mejora la memoria a corto plazo y la expectativa de vida. Asimismo, podría disminuir los riesgos de padecer diabetes tipo 2, enfermedades degenerativas del sistema nervioso central y el cerebro, como Alzheimer y Parkinson; ciertos tipos de cáncer (hígado, próstata, endometrio) e infarto del miocardio.

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