Los mejores lugares para probar comida tailandesa en CDMX
Si te gusta esta cocina o quieres descubrir algo nuevo, estos son los lugares donde podrás probar comida tailandesa sin salir de la ciudad.
Durante más de cien años las cantinas han sido refugio de despechados, además de punto de encuentro para la tertulia y la reflexión. Hoy son, tal vez, el único lugar de la ciudad en donde las clases sociales no existen: asisten tanto la clase trabajadora como empresarios y políticos. En ellas coexiste la cocina tradicional mexicana con aquella de la península ibérica, ambas conviven con los buenos tragos. Estas son cinco cantinas clásicas de la CDMX que debes de conocer.
Por: Andrea Vázquez Azpíroz
Estos establecimientos vieron la luz por ahí del 1840, cuando los soldados de la guerra de Estados Unidos por el territorio de Texas necesitaban algún lugar para ahogar sus penas. Abrieron las cantinas, imitando a los saloons, aquellos del viejo oeste. Se popularizaron gracias a Porfirio Díaz y Lerdo de Tejada, que otorgaron licencias para este tipo de establecimientos. De hecho, la primera licencia otorgada fue al ahora extinto El Nivel, que cerró sus puertas en el 2016.
En sus épocas doradas, las cantinas estaban repletas de escritores, poetas, artistas y políticos. Y fue hasta 1982, durante la gestión de López Portillo, que se concedió la entrada a las mujeres, que antes no eran bien recibidas o, en el mejor de los casos, tenían un área aparte. Hoy, las cantinas se están recuperando de un duro periodo en donde casi se extinguen, pero las que permanecen siguen siendo templos de los buenos tragos, las confidencias y la historia de nuestro país.
No es de las cantinas más viejas, pero sí se ha ganado un lugar especial en los corazones de quienes vivimos esta ciudad. Durante muchos años, el Salón Covadonga (que, en realidad, se llama Cantina El Escudo, pero nadie la conoce con ese nombre) recibió a los parroquianos de siempre. Pero a inicios de los dosmiles la juventud comenzó a llenar este salón. Cineastas, actores, escritores, periodistas y otros más se volvieron los clientes frecuentes de esta cantina en donde no hay música y los pulpos a la gallega, la ensalada César, la paella valenciana y las noches de dominó son garantía.
Antes de ser cantina, La Ópera fue una cafetería. Con ese giro se inauguró en 1876, pero estaba ubicada en San Juan de Letrán y Avenida Juárez. Este lugar atinó en su decoración afrancesada (no podía ser de otro modo, pues sus dueñas eran francesas), y se puso de moda en pleno Porfiriato. Pronto este establecimiento se mudó a un lugar más grande, su actual hogar, 5 de mayo esquina con Filomeno Mata. Ahí empezó a operar como cantina.
Por las puertas de La Ópera pasaron don Porfirio Díaz, José Ives Limantur y hasta Pancho Villa y Emiliano Zapata. De hecho, se dice que el balazo que se puede ver en el techo de esta cantina es autoría de Pancho Villa, aunque varios historiadores han desmentido esa versión. Lo que sí es verdad es que los caracoles, los chamorros a la gallega y la lengua en salsa verde se han convertido en los imperdibles del menú, que se pueden acompañar de un tequila derecho o una cuba libre.
Esta cantina es una de las consentidas del Centro Histórico por sus increíbles botanas (que de botana tienen poco, más bien son una comida completa). Además, todos los días hay entre seis y siete guisados para escoger junto con las bebidas. La regla, como buena cantina tradicional, es que a partir de tres bebidas –que pueden ser alcohólicas o no- te traerán los primeros tiempos y, conforme sigas bebiendo, llegará más comida a tu mesa. Los callos a la madrileña, las tortas, los chamorros y los tacos de carnitas son tan ricos que han recibido piropos del mismo Anthony Bourdain, el servicio es tan esmerado que en ningún momento verás tu plato o tu vaso vacío.
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El Salón Tenampa es conocido porque durante muchos años, antes de la pandemia, fue el lugar predilecto de los noctámbulos para terminar ahí una larga noche de juerga. Pero además de eso, esta cantina también es una de las más tradicionales de la Plaza Garibaldi y tiene un atractivo inmejorable: ahí, se va a escuchar mariachi. A lo mejor la conversación se complica, y ya entrada la noche la garganta sufre los estragos ocasionados por la plática pero también por la necesidad de cantar a todo pulmón. En El Tenampa, el tequila, el mezcal y la cerveza, que son las bebidas más populares, se acompañan de platillos de la cocina tradicional mexicana como tacos de arrachera, de birria o de cochinita.
La pata en salsa verde de esta cantina en Venustiano Carranza se ha vuelto el objeto de deseo de miles de parroquianos. Y, tras el cierre del Nivel, El Gallo de Oro es la cantina que opera con la licencia más antigua, y la más vieja que nos queda. Por estas puertas entraron Justo Sierra, Manuel Acuña, Juan de Dios Peza o Manuel M. Flores, quienes seguramente se tomaron un mint julep, el trago clásico de la casa y que los parroquianos siguen disfrutando hasta el día de hoy. Este lugar de cocina española y grandes gabinetes en forma de herradura estuvo a punto de cerrar durante la pandemia, por eso, hoy más que nunca, es importante ir a comer un pepito y ver el tiempo pasar en El Gallo de Oro, un indiscutible testigo de la historia del centro de la CDMX.
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